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Hospitales con historia. Sevilla, Misericordia y Barroco. Parte III

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Hospitales con Historia: Sevilla, Misericordia y Barroco: El Espíritu de la Caridad. Parte III. En anteriores entradas, presentamos a Miguel de Mañara como ideólogo de un Hospital entregado a los pobres de Sevilla, en esta nueva entrada recorreremos junto a el la fulgurante expansión del mismo, y la sorprendente selección de los artistas más importantes de su tiempo, puestos al servicio del más humilde de los anhelos: la caridad.

Hospital como comunidad cristiana viva

El hospital no era solo un espacio de cura, sino una comunidad cristiana viva. Se organizaban turnos de oración, se celebraban misas diarias, se atendía espiritualmente a cada enfermo, y se registraban con detalle sus ingresos y fallecimientos. Muchos morían allí, pero no morían solos ni sin dignidad.

La recepción de un nuevo interno en el hospital era un rito de purificación física y espiritual: se le cortaba el pelo, se le lavaba, se le vestía con camisa limpia, y se le hacía persignarse y encomendarse a Dios, prometiendo obediencia a médicos y enfermeros en todo lo que a su salud se refiriese. Este ritual pretendía restituir la dignidad del indigente, preparándolo tanto para la recuperación del cuerpo como para la salvación del alma.

Pero los hermanos no se limitaron a albergar a aquellos que llamaban a sus puertas en busca de ayuda, las Reglas ordenaban que los hermanos buscaran activamente a los pobres moribundos en la calle, aunque no pidieran ayuda. Se debía actuar “con entrañas de padre”, es decir, con amor y compasión genuina, reconociendo en esos cuerpos sucios, desamparados, que «debajo de aquellos trapos está Cristo pobre, su Dios y Señor».

Pero ahí no quedaba la entrega y la compasión que Mañara fijó en sus reglas, en el caso de los condenados a muerte, el ritual todavía estaba más cargado de compasión. Antes de su ejecución se les decían misas, se preparaba su alma, un hermano por cada barrio iba recorriendo sus calles con una espuerta de palma en la mano voceando por el bien del alma del futuro ajusticiado, la limosna obtenida, pagaría las misas necesarias e iría a parar también a manos de la viuda y los huérfanos si los hubiere. El día del ajusticiamiento, al condenado todos los hermanos le debían recibir en pie, solemnemente, hasta que le retirasen la figura de la cruz que llevase en señal de entrega entre las manos, y todos -sin excepción- se arrodillaban para esperar el postrero suspiro del infeliz. Incluso el mayor pecador era entendido como digno de compasión, cuidado y oración, ya que la justicia humana no sustituía a la divina, ni por supuesto, podía anular su compromiso con la misericordia cristiana.

Mañara exigía a los hermanos de la Caridad que vivieran en castidad, pobreza y obediencia, como verdaderos religiosos seglares. Cada gesto tenía un sentido espiritual: lavar los pies a los pobres, limpiar las llagas de los enfermos, rezar junto al moribundo.

Universalización e importancia de un modelo de caridad y de un ideario artístico

El modelo del Hospital de la Caridad se replicó en otras ciudades españolas y coloniales. Su reglamento fue traducido y adaptado en Lima, México y Buenos Aires. En Sevilla, marcó un antes y un después en la concepción de la asistencia social. Su importancia fue tal que incluso en el siglo XIX, con los cambios políticos y la desamortización, el hospital logró mantenerse activo gracias a su valorado patrimonio artístico y a la persistencia de la Hermandad y lo necesario de su función. Hoy en día, podríamos decir que, contra viento y marea, esta Hermandad de ocho siglos sigue funcionando como institución benéfica, manteniendo su labor social y religiosa

Interior de la Iglesia de la Caridad, en él se desarrolla una sinfonía de lenguajes expresivos barrocos en uno de sus máximos exponentes sevillanos, con los mejores artistas, y dedicado a los mejores fines

Hospital como joyero barroco y patrimonio artístico

Que el Hospital de la caridad era un joyero repleto de tesoros barrocos era bien sabido por sus contemporáneos y esa fama nunca desapareció. Durante la invasión francesa de Sevilla, en 1810, el Hospital sufrió un importante expolio. El mariscal Soult, encargado de sustraer para napoleón las grandes obras barrocas que fuera encontrando durante sus campañas, ordenó robar y enviar a su propia colección parisina algunos de los lienzos dedicados a las obras de misericordia.

Las obras sustraídas fueron El regreso del hijo pródigo, hoy en la National Gallery of Art de Washington D.C.; Cristo curando al paralítico en la piscina de Bethesda, conservado en la National Gallery de Londres; Abraham y los tres ángeles, en la National Gallery of Canada, Ottawa; y La liberación de San Pedro, que forma parte de la colección del Museo del Hermitage, en San Petersburgo. EN el caso de otra pieza del mismo conjunto, Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos, también fue sustraída por las tropas napoleónicas. Sin embargo, fue devuelta a España en 1815 y, desde 1939, volvió a su emplazamiento original en el Hospital de la Caridad de Sevilla, donde sigue siendo una de sus joyas más emblemáticas.

Bartolomé Esteban Murillo, Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos. 1672, Iglesia de la Santa Caridad.

Arte y espiritualidad: catequesis barroca

La iglesia de la Santa Caridad no es solo templo ni es solo museo de arte: es itinerario espiritual, donde el visitante es invitado a la reflexión desde la entrada hasta el altar. Este modelo se conecta con las experiencias europeas de la Contrarreforma y los ideales tridentinos, según los cuales el arte religioso debía persuadir, instruir y conmover. El concilio de Trento había señalado que la creación artística debía ser comprensible y emocional, dirigida a fortalecer la devoción popular y combatir la herejía. Por ello, los artistas involucrados articularon un discurso visual dramático, realista y pedagógico, en el que cada escena de misericordia —dar de comer, curar al enfermo, enterrar al muerto— se convierte en pura catequesis barrosa y teológica, en un todo orgánico con impacto moral

El hecho de que Mañara encargara estas pinturas y esculturas a los artistas más reconocidos de Sevilla —Murillo, Valdés Leal, Roldán— refleja la importancia de ir más allá de lo meramente funcional. No se trataba solo de reparar cuerpos o dar alojamiento a los pobres, sino de elevar la caridad a un programa espiritual y estético total.

El recuerdo de un mito, la pervivencia de una voluntad

Hoy, el Hospital de la Caridad sigue vivo. No solo como patrimonio monumental, sino como obra activa de misericordia, gestionada por la misma Hermandad que lo vio nacer. En un mundo secularizado, la Caridad de Sevilla ofrece un testimonio raro: una espiritualidad laica, encarnada, sin claustros ni votos, pero con una vocación radical. Es, en definitiva, un modelo de laicidad cristiana, donde los laicos se organizan para vivir el Evangelio en lo concreto. Es una Sevilla interior, una iglesia del pobre, un espejo del alma barroca que aún interpela al presente.

Legado espiritual y artístico de Mañara

No estamos ante un monumento, monumentos hay muchos. Estamos ante una encarnación barroca del Evangelio. En su arquitectura, su arte y su acción social se resumen los valores eternos de la fe cristiana: misericordia, humildad, servicio, belleza.

Y no estamos ante un mecenas o un benefactor, mecenas hubo muchos. Estamos ante el que fue un reformador espiritual que supo integrar lo mejor del arte, la fe y el compromiso humano en una obra perdurable. Pese a que el paso de los años intentaros enturbiar su nombre, su proceso de beatificación, iniciado en el siglo XVIII, sigue en curso. La vocación de caridad de sus hermanos, de su genealogía de servicio, nos muestra lo mejor de la condición humana, el esfuerzo puesto al servicio de la curación, del acompañamiento, del cuerpo y el alma del que lo necesita. El ejemplo de Mañara puede servirnos a todos como inspiración por su humildad, su decisión y su tesón, además de invitarnos a la búsqueda de un sentido de vida, que, si llega para revolvernos como huracán, bienvenido sea.

Inspiración para el presente y la innovación

En JJP creemos, al igual que aquellas mentes privilegiadas que nos precedieron, que en el cambio y en la atención constante a las necesidades de nuestro tiempo se abre una ventana de oportunidad. Una oportunidad para poner al servicio de la sociedad toda la innovación tecnológica que hace apenas unos años parecía un sueño, y con la que hoy, como siempre hemos deseado, podemos mejorar la vida de las personas.

Gracias por acompañarnos hasta la tercera entrega de Hospitales con historia: Sevilla, Misericordia y Barroco: El Espíritu de la Caridad. Este artículo ha sido elaborado por nuestras compañeras Elena Belascoain y Reyes Fernández, quienes han puesto su pasión y dedicación en cada detalle.

Esperamos seguir compartiendo más contenidos en nuestro apartado de Culturoterapia, con nuevas series y artículos que sigan inspirando y acompañando vuestra curiosidad e interés.

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