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Hospitales con Historia: Sevilla, Misericordia y Barroco. Parte I

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Hospitales con Historia: Sevilla, Misericordia y Barroco: El Espíritu de la Caridad. Parte I.
Primera entrega elaborada por nuestras compañeras Elena Belascoain y Reyes Fernández, donde iniciamos el recorrido por el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla y la figura de Don Miguel de Mañara.

A orillas del Guadalquivir, entre el bullicio del Arenal y la solemnidad de los muros barrocos, se alza uno de los lugares más singulares y conmovedores de la Sevilla del Siglo de Oro: el Hospital de la Santa Caridad. Fundado con propósitos humildes pero ejecutado con ambición espiritual, este hospital es mucho más que una institución asistencial: es un monumento vivo al ideal cristiano de la misericordia. Su historia está profundamente entrelazada con la vida de uno de los personajes más fascinantes de la Sevilla barroca: don Miguel Mañara Vicentelo de Leca.

La Hermandad de la Santa Caridad y su labor social

Este espacio de servicio al prójimo constituye una de las realizaciones más significativas a la Sevilla Barroca, no solo por su arquitectura y su programa artístico, sino también por el profundo espíritu asistencial que hubo en su germen. Su configuración actual se remonta al siglo XVII, cuando fue fundado por la Hermandad de la Santa Caridad, una institución laica de raíces medievales compuesta exclusivamente por hombres seglares que, sin embargo, actuaban imbuidos de valores cristianos y contrarreformistas, presentes tanto en sus acciones como en su propia Regla, y que contaba con el apoyo y la supervisión eclesiástica.

En una urbe que empezaba a ser un rescoldo, en un contexto social en declive, marcado por las desigualdades, la miseria, la pobreza y la enfermedad, donde los arquetipos del hidalgo empobrecido, el pícaro miserable y los pobres de solemnidad se movían a sus anchas por el que fuera el puerto más importante de Europa, los Hermanos de la Caridad ofrecían sepultura a los pobres y a los marineros que perecían sin recursos en el cercano río -no es casualidad, por supuesto, que el Hospital y su capillita de San Jorge se encontraran en pleno barrio del Arenal- aquella labor de auxilio, poco a poco, se amplió para acoger a todo tipo de enfermos, a desahuciados e, incluso, llegó a extenderse a los condenados a muerte.

Gentes de Sevilla. El almuerzo, pintado por Diego Velázquez mientras residía en Sevilla, presenta de forma realista a tipos populares de la ciudad. Hacia 1618. Hermitage, San Petersburgo

Este primitivo Hospital de la Hermandad de la Caridad logró sobrevivir a la picota del arzobispo Rodrigo de Castro, quien suprimió o unificó la mayoría de los más de 80 establecimientos dedicados a la asistencia y la caridad en Sevilla, al considerar que muchos de ellos no cumplían adecuadamente sus funciones ni ofrecían las garantías necesarias, por carecer, entre otras causas, de fondos o benefactores. De hecho, de los pertenecientes a hermandades sólo subsistieron 3, el de Santa Marta (que funcionaba como un comedor social), el de la Misericordia, que repartía pan y daba dotes a las doncellas para que pudieran casarse o profesar, y nuestro Hospitalito, el de San Jorge, de la Hermandad de la Santa Caridad.

Don Miguel de Mañara: vida, familia y juventud

La familia Mañara Vicentelo de Leca, de origen genovés, se integró en la élite sevillana gracias a su actividad mercantil y su ennoblecimiento progresivo. Estaban involucrados en el comercio marítimo, especialmente con los puertos de Génova y Nápoles, por los que hacían circular productos de lujo, como tejidos finos, sedas y especias, así como metales preciosos y otras mercancías ligadas al tráfico de Indias. Esta actividad mercantil consolidó su fortuna y les permitió acceder a cargos municipales y a honores como el hábito de Santiago o la pertenencia a la orden de Calatrava, cuyo ingreso recibiría Miguel, con sólo 8 añitos.

En esa rica familia, nace Miguel en 1627, siendo el menor de 9 hermanos, de los que sobrevivieron a los primeros años infantiles tan sólo 3, de entre los cuales fue finalmente él el depositario del mayorazgo familiar, lo que le hizo recibir la correspondiente formación como caballero (armas, rejoneo, poesía, e instrucción religiosa principalmente) y gozar de todos los privilegios de su clase y su situación.

En 1648, falleció su padre, y ese mismo año hereda la gestión de su casa familiar, y se celebra por poderes en Granada su matrimonio con Jerónima Carrillo de Mendoza, hija del Conde de Monteblanco.

Retrato de Miguel Mañara leyendo la Regla de la Santa Caridad (Juan de Valdés Leal), 1681, óleo sobre lienzo, ubicada en la Sala de Cabildos de la Hermandad de la Santa Caridad, Sevilla.

Miguel tenía entonces 21 años y Jerónima, nacida en 1628 en Guadix, tenía 20 años. Con ella fijó temporalmente su residencia en Montejaque, huyendo de la terrible epidemia de peste de 1649 dejó un reguero de muertes a su paso por Sevilla. Por aquel entonces ya ocupaba los cargos de Alcalde Mayor de la ciudad, así como miembro del Consulado de los mercaderes, donde ya destacaba por sus notables actuaciones y como representante de los comerciantes en las Cortes

Punto de inflexión: pérdida y conversión espiritual

Después de 13 años de matrimonio (unión que no se vio recompensada con hijos que entregar al linaje familiar), Jerónima murió en septiembre de 1661, a la edad de 33 años, en su casa de Montejaque. Su muerte, debida a causas que hoy desconocemos, afectó profundamente a Mañara. Esta pérdida supuso un punto de inflexión para él, marcando el inicio de una profunda conversión espiritual que cambiaría de manera drástica su vida y su entorno que dejó al descubierto un vacío que no quiso llenar con nuevos matrimonios ni con el retorno a la vida acomodada y holgada que le había correspondido hasta entonces. Mañara hará lo que otras mentes de su época hicieron a su vez: ver las necesidades que le rodeaban e intentar darles consuelo. Ingresa entonces a la Hermandad de la Santa Caridad en 1662, y es tal su empuje y entrega que en 1663 es nombrado Hermano Mayor, marcaron el inicio de una transformación radical. no se limitó a participar: como veremos más adelante, reformó la Hermandad desde sus cimientos.

La entrega a la caridad y fundación del hospital

Renunció a sus cargos civiles relacionados con el comercio y la ciudad y pensó en la posibilidad de retirarse a un monasterio. Pero finalmente no dejó la Caridad, sino que fijó su residencia lo más cerca posible de ella para su total disponibilidad, ya que tenía en mente un nuevo proyecto, la fundación de un Hospital. El cambio de vivienda se produjo arrendando su lujoso palacio para vivir en una modesta vivienda y finalmente incorporarse al nutrido grupo de integrantes del hospital y pasar allí todas sus horas, ya enfermo, absolutamente ya imposible desligar.

Legado espiritual y testamento

En El Discurso de la Verdad (1671), su testamento espiritual, redacta en primera persona, un texto moralizante que anticipa la espiritualidad barroca centrada en la fugacidad del mundo y la urgencia de la salvación. Existe un pasaje del Discurso de la Verdad en el que Miguel Mañara emplea una metáfora fuertemente asociada a la muerte de su esposa: “¿Dónde están ahora los regalos que os hacía, las galas, los vestidos preciosos, los aromas con que os perfumaba? ¿Dónde está aquella hermosura que con tanto gusto miraba? Una flor marchita en las sombras de la noche.”

En este influyente texto, Mañara se presenta como pecador arrepentido, como símbolo del hombre caído que busca redención a través del servicio a los pobres. Es el mismo año en que redactará, las Nuevas Reglas de la Hermandad, proyectando un modelo de comunidad laica, penitente y activa, donde servir a los pobres equivalía a servir a Cristo. Su lema «Sirvamos a los pobres, nuestros señores» no necesita más explicaciones.

Su muerte y legado duradero

Desde 1672 a 1678 estará inmerso en ampliaciones y ampliaciones del Hospital, dejándolo inconcluso, muy a su pesar, en 1679, año de su muerte. Siete meses antes, gravemente enfermo, escribió su testamento. En él, pidió ser enterrado en el suelo ante la Iglesia:

“ se me de sepultura terriza en la puerta de la iglesia para que todos me pisen y huellen; y allí sea sepultado mi sucio cuerpo, indigno de estar dentro del Templo de Dios…, y que sobre la misma se escriban estas palabras: AQUÍ YACEN LOS HUESOS Y CENIZAS DEL PEOR HOMBRE QUE HA HABIDO EN EL MUNDO.”

Estos últimos deseos testamentarios fueron contradichos y su cuerpo, dicen que incorrupto y envuelto en un «olor inexplicable» se llevó a la cripta bajo el altar mayor en la que hoy reposa.

No te pierdas la segunda y tercera entrega de nuestra serie sobre Hospitales con historia: Sevilla, Misericordia y Barroco: El Espíritu de la Caridad, donde seguiremos explorando su legado histórico, artístico y espiritual.

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